martes, 6 de diciembre de 2011

El colapso de la realidad

Los seres humanos contamos, al menos inconscientemente, con una especie de modelo de la realidad que nos permite manejarnos por la vida. Parte de este modelo contiene quiénes creemos ser, qué rasgos componen nuestra personalidad, cómo son las personas que nos rodean, cuáles son nuestras posibilidades y, sobre todo, cuáles son nuestras limitaciones. El conocimiento de todos estos parámetros nos permite, principalmente, hacer predicciones sobre los resultados de nuestras acciones y de las de los demás y, en general, aporta a nuestras vidas la sensación de estabilidad que tan activamente buscamos. Cada vez que una experiencia vital no puede ser explicada por nuestro modelo de realidad y no somos capaces de ignorarla, sucede lo que los norteamericanos llaman un “reality check”, es decir, una revisión del modelo que permita explicar y asimilar lo que acaba de suceder. A lo largo de la vida de la persona, este modelo se va actualizando para mantenerse al día, incorporando las nuevas experiencias.

El ser humano trata de aproximarse al placer y de alejarse del dolor, lo que termina definiendo lo que se denomina una “zona de confort”. Esta es una parte de la vida en la que las fronteras de nuestro comportamiento diario vienen definidas por el miedo. En la mayor parte de los casos, el miedo es simplemente miedo a lo desconocido, pero sigue siendo efectivo para mantenernos en una zona de nuestra personalidad que nos permite seguir vivos y calientes sin complicarnos demasiado la vida. La mayor parte de nosotros sabemos que existe una vida mejor, pero muy pocos estamos dispuestos a adentrarnos en terrenos pantanosos para ir a buscarla. El miedo genera una inercia que tiende a convertir los días en cotidianos y seguros.

J.Malonda